jueves, 1 de diciembre de 2011

If i kiss you where it's sore.


Nelson se echa al sol como yo a la sombra, su cabeza sucia se hace al andén como yo a la arena del mar y se deja ir lejos, lejos, donde la humanidad no existe, donde el concreto es alfombra.

Los días pasan volando cuando se trata de mirar atrás en el pasado corto, en mi pasado largo. En los recuerdos se reconfortan las ansias de mi amada melancolía... dramática, sola: Hipster. Los años han pasado desde aquel entonces y seguirán pasando muchos más esperando volver a lo que nunca fue.

Miro afuera y ahí esta Nelson, soñando con sus propias historias de otra vida en la que seguro habían baños largos y comidas calientes. Tomando en cuenta que estamos en el eterno verano caribeño y su piel es tan oscura como la canela quemada, a veces me gusta pensar que vino de Cuba. Tal vez, y muy seguramente, porque mi padre ha hecho de nuestro hogar un santuario a esa tierra. El punto es que lo siento cercano, es parte de nuestra vida, es parte de nuestro hogar. El, con su rincón en la acera; yo, en mi cama sencilla de esta casa que huele a muchas cosas que ya no recuerdo, tal vez es la guanábana o los pancitos de tienda o las chocolatinas jet, a eso huelen mis recuerdos.

La familia latinoamericana esta arraigada a los viejos rituales de un catolicismo en deterioro y descontinuado, y aun sabiéndolo, siempre vuelvo. Es mi propio ritual renegar de todo lo conocido y luego refugiarme en el tibio rincón de lo seguro. Por ejemplo: el pavo de 31, amigo de mi abuelo durante todo el año, moraba en el patio de su casa y nos asustaba cuando jugábamos a las escondidas. En víspera de año nuevo era sacrificado luego de una borrachera monumental con su gran amigo (mi abuelo), para terminar siendo la cena. Todos los años nacía, vivía y moría, para luego volver a renacer, como Jesús. Sanguinario. Real. Mi familia. Normal.

Me pregunto si Nelson tiene familia, o si tal vez soy su única familia en el mundo. Lo pienso mientras le llevo un plato de sopa caliente. Mamá mira recelosa desde la puerta y le dice a papá en tono despectivo, “de nuevo esta hablando con el loco”, el la mira, sonríe y dice: “la loca es ella, no te confundas”.

Mi relación con Nelson se limita a nuestra cercanía espacial y a la promesa de que algún día y cuando consiga trabajo, pagará su deuda conmigo: los mil pesos diarios y las miles de sonrisas que nos repartimos de lejos. Tal vez soy yo la que está en deuda.

En sus shorts descocidos, su camisa sin elástico y sus pies descalzos, pasa sus días. Mientras yo insisto no tener lo suficiente, el parece tener mucho más de lo que yo hubiera querido: La locura descabellada que me alejaría de toda clase de presión y responsabilidad sobre lo que debe ser, la pena de no convertirme en todo lo que se espera. Lo que espero de mi. Lo que creo que me merezco. La locura parece ser entonces una opción tentadora, pero ya lo he intentado muchas veces. Tal vez no soy suficientemente mayor y responsable para asumir la postura de perder la razón y no volverla a recuperar.

Muchos dicen que debo tener cuidado, que no confié en un loco de la calle y a veces quisiera que tuvieran razón. Una de esas noches calientes y sin brisas de agosto, de aquellas en las que no debí salir de mi cuarto acondicionado, pero en las que quería manejar por la ciudad fumándome un porro y oyendo el mar (contexto local), llegué a casa y vi correr a Nelson desde una cuadra atrás. Tuve el impulso de correr yo también a abrir la puerta, pero me contuvo la curiosidad y tal vez el deseo de morir. El punto es que me quedé detenida por varios segundos que se hicieron eternos y el sudor en mi frente se escurrió lentamente por mi cien hasta caer en mi pecho. No lo sentí.

Nelson vino a mi y estiró su mano, yo le di la mia. Fue nuestro primer contacto real. Me miro a los ojos y me dijo: "Me llamo Nelson, muchas gracias por todo.” - “Mucho gusto, Teresita.” dije. Era la escena más sencilla: dos seres humanos bajo la luz de un poste en una calle desierta de aquella ciudad vacía.

Cerré la puerta de mi casa y justo ahí entendí todo, papá tenia razón, la loca soy yo.

http://www.youtube.com/watch?v=VCokhCqK9rw

miércoles, 31 de agosto de 2011

La tantísima nada

Un collar de sudor aceitoso me quitó el sueño esta mañana. Abrí los ojos para descubrir, con poco asombro, que el techo quería aplastar mi cabeza contra la almohada. Las sábanas de flores se humedecieron con el lento transcurrir del tiempo en esta ciudad de costas negras.

El pequeño ventilador giraba con poca fuerza y las cortinas que amasaban el aire, bailaban con impaciencia frente a la ventana.

“No quiero irme”.

Afuera yacía Cartagena.

Tan inmóvil, tan pasiva, tan ruidosa y tan esquiva. Tan corriente, tan experta, tan distante y tan intensa. Tan leída, tan modesta, tan poética y tan risueña. Tan salada, tan pequeña, tan escasa y tan coqueta. Tan llena de cosas y tan llena de gracia y con tanto potencial… amada, amada, Cartagena.

Agosto es el mes de las muertes brillantes, de soles huraños, de cometas en Las Tenazas y de canículas que no dejan pensar.

El expectante se abruma ante la materialización de sus ideas. Pero no. Esto fue lo que pasó: encendí el aire acondicionado y volví a dormir pensando en el mar al que no iría. Mañana es septiembre. No pasó nada más. Fin.

La tantísima nada

Un collar de sudor aceitoso me quitó el sueño esta mañana. Abrí los ojos para descubrir, con poco asombro, que el techo quería aplastar mi cabeza contra la almohada. Las sábanas de flores se humedecieron con el lento transcurrir del tiempo en esta ciudad de costas negras.

El pequeño ventilador giraba con poca fuerza y las cortinas que amasaban el aire, bailaban con impaciencia frente a la ventana.

“No quiero irme”.

Afuera yacía Cartagena.

Tan inmóvil, tan pasiva, tan ruidosa y tan esquiva. Tan corriente, tan experta, tan distante y tan intensa. Tan leída, tan modesta, tan poética y tan risueña. Tan salada, tan pequeña, tan escasa y tan coqueta. Tan llena de cosas y tan llena de gracia y con tanto potencial… amada, amada, Cartagena.

Agosto es el mes de las muertes brillantes, de soles huraños, de cometas en Las Tenazas y de canículas que no dejan pensar.

El expectante se abruma ante la materialización de sus ideas. Pero no, esto fue lo que pasó: encendí el aire acondicionado y volví a dormir pensando en el mar al que no iría. Mañana es septiembre. No pasó nada más. Fin.

domingo, 10 de julio de 2011

El hombre y todos sus fantasmas


Un niño corre por la plaza hacía su padre que se encuentra sentado en una banca. Él sonríe mientras lo ve venir. Las palomas alrededor del pequeño llaman su atención y lo hacen reír con picaría. Pega un brinco y las asustadizas palomas revolotean al cielo.
Su padre lo toma en sus brazos y le dice: “algún día te voy a llevar a una plaza en Bogotá donde hay muchas palomas y ahí si vas a poder perseguir todas las que quieras”. El niño sonríe y abraza a su padre por la ilusión de aquella promesa: se trata de conocer la capital.
Yo lo observo desde la distancia apenas lidiando con el calor canicular de julio y tratando de atrapar en el aire alguna idea que valide mi escritura, estoy perdida. Entonces recuerdo: en Cartagena no había tantas palomas, por lo menos no hacen parte de mis recuerdos de infancia.
“Malditas palomas, ahora están en todos lados”. Me quejo contigo que estás a mi lado y me dices: “habían pocas, y ya deja de decir siempre y nunca, eso no existe” 

Odio cuando siempre tienes la razón.

Volver a casa es difícil, lo es más sí es para descubrir que el tiempo ha pasado y no en vano ya hay más canas en tu pecho que las que podría contar. Las admiro cada una, eso si. Te quedan bien. Eres como el diablo por sabio, incluso cuando algún día fuiste mi dios.

Cuando era niña también corría a ti y me abrazaba a tus piernas. Me deslumbraban tus libros, tus jeans rotos, tu ímpetu libertario y tus gafas Ray Ban. Después prefería mirar desde lejos tus conductas anacrónicas y de esa manera sentirme abochornada porque bailabas salsa frente a mis amigos y te ponías camisas de flores hasta para visitarme en el colegio (qué vergüenza). Ahora vuelvo a ti en busca de consuelo ¿Qué te puedo decir? Sobreviviendo los veinte, soltera, desempleada y sin medio centavo. Sin embargo, me alegra que sonrías ante mi decepción, te gusta que yo sea así y no de otra manera. Entonces vuelves a ser mi tú de niña, me devuelves la fe, esa que responde a este tipo de religiosidad disidente aceptada solo cuando alguien más que uno la valida.

Caminas y me haces señas de que te siga, me cuesta trabajo caminar a tu ritmo. A mi edad eras dueño de tu vida y yo no soy dueña de nada. Sin embargo, hago un torpe esfuerzo y te sigo, como siempre. Te veo en silencio, eres tú andando con esa tranquilidad sólo otorgada por aquel que es lo que dice ser: un hombre de verdades.

Miras hacia atrás, me encuentras bañada en sudor, me pasas tu pañuelo y se que te causa algo de gracia que le haya perdido la costumbre a esta temperatura del infierno caribe. A continuación, me presentas a tu amigo que siempre está en la calle Santo Domingo, justo al lado de la librería habitual.  “Esta es mi hija, la que se cree cachaca”, dices. Ambos se ríen y yo me seco el sudor tratando de disimular mis ganas de irme a casa. Como de costumbre siento la necesidad de contestar y devuelvo el chiste con un: “yo soy igualita a ti”, haciendo una mueca que parece sonrisa. Cuando seguimos caminando me abrazas y me das una palmada en el hombre, soy tu cómplice. Es nuestra forma de hacer las cosas.

Tomas mi mano. Ahora caminas a mi lado y me cuentas la historia de cuando eras niño y pasabas tus tardes viendo por la ventana de la tienda de telas de mi abuelo, esa que quedaba en la calle que llega hasta la Torre del Reloj. Yo de impertinente suelto un: “yo sé”. Entonces me miras a los ojos y me dices: “tú no sabes nada” y tienes toda la razón. Me gustaría que algún día me costara menos aprender qué es la nada contigo, porque siempre he creído que en tu cabeza podría encontrarlo todo y debajo de ese todo, un corazón inmenso cubierto en neuronas que no paran de pensar.

Suelto tu mano y cruzo la calle hacia la Avenida Santander para mirar el atardecer que empieza a reventar sobre el mar. Ya sé que vienes detrás a tomar fotos. Tú y tus fotos. Se que son tus recuerdos y más adelante serán parte de mi herencia, tus ojos y todo lo que has visto. Podría ser que no he sido justa al no dejarte tomar más fotos de mí, pero sobre eso solo puedo pensar: “yo ya no soy una niña”. Asumo la postura, realmente ya no lo soy. Sin embargo, al volver a mi cuaderno y mis notas, la frustración del papel vacío me hace pedirte un helado que haría bueno todo lo malo, pero nos perdiéramos el atardecer deseado. Me ignoras y por eso corro a buscarlo sola, rebelde contra tu causa.

Pero luego pasa lo de siempre: cuando vuelvo te veo ahí, en contra luz y con el mar de frente, tu camisa roja de flores ahondando con la poca brisa, las manos abiertas y tu mochila en el hombro. Le sonríes al sol que se oculta. Entonces ya no importa nada, no hay fantasmas en tu mirada… vuelves a ser mi dios.

Cruzo la calle, me abrazo a tu espalda y te digo: “Algún día te voy a llevar a unas Islas en el Mediterráneo donde hay tantos atardeceres como estos y puedes tomar todas las fotos que quieras” Tu me miras con los ojitos brillantes y me dices: “Yo sé que si hija, yo creo en ti”.

Feliz cumpleaños papá.
11 de Julio de 2011, 60 años de gloria.


martes, 14 de junio de 2011

Nubes en mi café

Todo comenzó conmigo diciendo: “me voy” y él diciendo: “ok”.

Yo recuerdo el principio, el padre impetuoso, la madre dulce e independiente… eso, la madre líder y mujer. Te recuerdo a ti cuando eras niña y jugabas a las “barbies” escondida. Le temías a todo y a nada, eras como el agua y tus pensamientos la luna… mutabas con el cielo.
Recuerdo también a la hermana, fuerte contrincante de guerras de poder… las cosas han cambiado, yo lo sé. Todo cambia, lo hemos hablado mil veces, hay que abrazar el cambio como única posibilidad. – No, no me parece mal que te cases con una constante… lo bueno y lo malo, como concepto, están fuera de contexto y totalmente sobrevalorados.

Yo creí que estaríamos juntos más allá del tiempo, porque tenía fe en nuestro amor y crecer juntos sin para siempre (por esa misma condición del cambio). Con dolor puedo aceptar ahora, que cambiar no significa necesariamente crecer, a veces significa morir.

Cuando éramos niñas pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo en la cuadra de mi tía y tu abuelo. Con el resto del grupo jugábamos constantemente a las escondidas, éramos libres, ¿recuerdas? A veces pasaban horas antes de encontrarte o simplemente nos olvidábamos de ti y llorabas desconsolada por sentirte sola en el mundo. Entonces yo iba y te jalaba del brazo y te hacia reír, corríamos a tu casa, sacábamos los patines y comenzaba la pesadilla: tus patines, esos que sonaban… eran irritantes, te lo digo ahora. Menos mal ya no andas en patines.

Siento decirte que hemos muerto y por tal motivo te manifiesto mi más sincero pésame y todo mi dolor, representabas todo para mí y me va costar dejarte ir. Toma tiempo aceptar que alguien ya no está, pero la muerte llega a la vida de todos en un día cualquiera y el deber de los otros es seguir viviendo.
Has muerto para mí y la Yo que era cuando estaba contigo ha muerto también, así que no hay caso.

Ese día, mientras nos pintábamos a escondidas con los maquillajes de Tía Ci, viniste a mí lentamente y me besaste en los labios. Eso no me lo esperaba, tú a veces haces cosas que me hacen dudar de tu cordura. Igual sonreí y lo dejé pasar, eres hermosa después de todo.
El segundo fue mi iniciativa, puramente por diversión y también sonreíste. Todos los demás fueron por mutuo acuerdo.

La voluntad del otro está ligada única y exclusivamente a su deseo. En ese caso, yo no era su deseo.
Alargué ese último beso como si quisiera fuera eterno y traté de despedirme evadiendo el drama… -No hagas esa cara, existen momentos que hasta yo me aburro- En fin, se fue y ese beso fue mi despedida.

La adolescencia llegó prematura para ti, cuando tu mamá te compró tu primer corpiño lo expusiste orgullosa: un par de mini tetas que demostraban tu iniciación en la madurez. Yo por mi parte seguía jugando con tu hermana y tus viejos juguetes. Rápidamente reemplazaste tus “chocoritos” por largas horas en el teléfono con tus nuevos amigos.
Un día llegaste diciendo que te habían besado por primera vez en la esquina de nuestra cuadra. Un cualquiera con nombre de guiso te enseñó a besar a escondidas en la oscuridad de un viernes en la noche. Tus tíos te encontraron y te llevaron de las orejas a casa de tu abuelo. Fue un desastre para ti por ser expuesta ante tu familia y ser tachada como la “precoz” entre tus primas solapadas. Para mí, porque fue la primera vez que me partieron el corazón. Tú ni te enteraste.

Lo amé, tal vez porque en esos días era lo que quería, enamorarme perdidamente y detener el tiempo para siempre, o simplemente que él hubiera perdido el miedo y me hubiera seguido amando. Fue amor, lo sé, sus manos entre mis manos se sentían como las mías, fuimos uno.
Lo amé hasta llegar a casa y encontrar un larguero de llamadas perdidas y esas cartas de dolor por mi olvido, lo olvidé despues del pesame… lo que pasó fue que pensé que realmente había muerto. Entonces, sentí vergüenza y volvieron viejos miedos.
Odio infligir dolor, pero a veces parece inevitable. La exposición y la burla se convirtieron, como un patrón, en un castigo ante el sufrimiento.

Un día antes de irte a estudiar fuera de la ciudad, viniste a casa y comimos “boli” de tamarindo como en las viejas épocas. Nos sentamos a echar chismes en el murito de mi casa y me contaste como iba tu vida. Habían pasado varios años y las cosas ya eran diferentes.
Recuerdo tu pelo ese día, era largo hasta la cintura y ahora lo llevabas rubio. Te dije que me gustabas tú como eras y sonreíste, tal vez no lo entendiste. Tal vez no fui clara. Tal vez las dos entendimos y decidimos dejarlo ir.
Cuando se acabó la tarde, te fumaste un cigarro y dijiste algo sobre hacer maletas y cena en tu casa con tu familia. Yo intenté un par de excusas, me parecía que ya había sido suficiente.
Entonces te montaste en tu viejo carro azul, te despediste con una sonrisa y me lanzaste un beso.
Pasaron muchos años antes de volver a saber de ti. Me alegra que hayas venido. Siempre serás bienvenida en casa.


Finalmente, mi amante se fue, mi ex se aburrió y yo decidí seguir viviendo. No es la primera vez que se acaba una historia en mi vida, ¿sabes? A veces el fin y el principio se hacen uno solo.
En fin, es hora de ir a casa, gracias por el café y escucharme, me esperan papá y mamá, mi hermana ha vuelto de Europa y quiero escuchar sus historias y por supuesto, contar las mías.
Te quiero y siempre te querré, sé que puedo contar contigo.
Besos a tu tía.
Adiós.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Apocalypse

A veces te pienso, lo juro… no paro de hacerlo en horas. Podría remplazarte por alcohol claramente, pero eso convertiría mi ansiedad en un motivo de muerte: te metería en un frasco y nadarías eternamente en formol… creo que, finalmente, pensarte es más inofensivo. No te asustes si te hablo de amor, mi ego desgasta, pero sigues siendo prescindible.

En otros momentos no pienso en nada y es cuando realmente estoy sola. Me dejo envolver por la apacible sonrisa del tiempo y la vida pasa tranquila, sin aconteceres más allá del sol, los carros, la calle, paraguas, la lluvia, las botas, las medias húmedas, las jornadas eternas, las redes sociales, hacer mientras lloro, el café a las 5 y mis cartas… seguir viviendo es algo que debe pasar, es lo cotidiano.

La hora del sueño es sagrada, es ahí cuando me encuentro parcializada entre esferas que me encierran y llevan por caminos oscuros y extremos, o por el contrario y finalmente, puedo ver la luz, camino hacia ella y cuando es un nuevo día, he vuelto a nacer. Entre revelaciones he descubierto un lenguaje. Esta, por ejemplo, me encanta:

“Había cocodrilos gigantes que nadaban en un rio angosto y poco lejano, a diferencia de mis compañeros que si eran totalmente distantes a mí… como de otra vida. Alertaron mi atención ante el peligro, y yo entendí que hablaban de los cocodrilos, cuando en verdad se referían al otro peligro: los zombis que acechaban aquel camino de ese bosque… caminaban hacia mí.

De alguna manera llegamos a un mercado árabe donde mucha gente camina rápidamente hacia todas las direcciones, yo era más lenta porque recuerdo no alcanzar a ver que hacían todos realmente. No recuerdo tampoco sus caras, pero sí que todo era muy húmedo, metálico, ennegrecido por la falta de cuidado y aunque sabía que la amenaza estaba cerca, no había olor, aunque hubiera querido que oliera a muerto.

Entre a un pequeño lugar donde tenia la certeza que podia comprar armas para defenderme de los zombis, entonces compré una bazuca y mi compañera un arpón, y a la salida de la tienda me encuentré a un amigo que me dice cómo usar mi arma, rápidamente me vuelvo una experta.

Pierdo a mi grupo de compañeros distantes y al intentar correr para recuperarlos, descubro que no puedo correr” Despierto.

Acocalypse moi, mon amour. Je suis ton message.

lunes, 28 de marzo de 2011

Miss Nobody.

"Una rodilla va solitaria por el mundo.
Se trata de una rodilla ni más ni menos."
Cristian Morgenstern.

Los segundos que pasan constantes sobre el concepto inventado del tiempo, me permiten saber que lo constante también es un invento… ningún segundo es igual al otro. Lo único que es igual en la vida es aquel sentimiento propio que se activa ante la vivencia, una y otra vez, de los mismos patrones… la misma escena, diferentes personajes.

Sobre el ser y el parecer, se concluye que el tiempo se traduce en experiencias y que lo que es Uno para los otro, se define a partir del tiempo que se comparte, lo que se muestra entre escenas cuando las luces están sobre uno, cuando el maquillaje no deja ver las ojeras, cuando el libreto esta marcado: el parecer…. El ser es el tiempo que se vive dentro, la verdadera existencia.

Los otros, son entonces, personajes sin cara que se pasean como espectros en el espacio vital que nos rodea, son lo inconstante, lo que no permanece, lo que muta, las fichas que se mueven dentro del escenario que es el espacio (tan mutable como sus personajes), en aquella medición lineal e irreversible. El lápiz soy yo y vivir seguirá siendo escribir hasta que con el fin, se cierre el libro, se acabe todo. No creo en el más allá.

La inmortalidad se convierte entonces, en un algo apetecible, cercano y alcanzable: para siempre ahora. Entonces el ahora se queda para siempre en el todo, metafísicamente hablando.

Según este muy ordinario descubrimiento se puede entender lo también triste de la libertad, se es solo libre dentro del propio cuerpo… lo triste se elimina cuando se entiende que aunque el espacio es estrecho, las posibilidades son infinitas.

Si yo fuera la última persona mortal en el mundo, si las posibilidades fueran limitadas, si la vida fuera solo esto y tuviera pocas oportunidades para acertar o equivocarme, si solo pudiera amar y desprenderme en finitas oportunidades, siempre seria intensamente, como ahora. Para siempre.

Ya soy inmortal.


Mr Nobody

miércoles, 2 de marzo de 2011

Heart Broken Babe

No es una historia por sí misma, ni hay mucho que contar, “Estoy bien” me digo, para luego seguir viviendo lo incontable. No mentiré esta vez, ni adornaré mi verdad con detalles de otras vidas que luego recuerdo, no son la mía. Es una promesa que busca consecuencias… el potencial llevado a la acción, el ser auténtico. Me repito una y otra vez: “¿Real? ¿Yo?”, cuestionamientos que son como sonreír con ganas de llorar. La verdad, no lo sé… la respuesta a esa pregunta podría ser: “a veces”.

Se trata entonces de un deseo que se fundamenta en nada… la nada absoluta. No se palpa, pero se respira… es parecido al miedo, pero no inmoviliza, en cambio se trata de múltiples estrelladas, múltiples formas de hacer el amor, múltiples formas de decir “hola” y “adiós”.

Adiós, palabra que me habla de un “yo” que no quiere, ni tiene claro cómo actuar y como irse, o si debe hacerlo. De ahí viene el exceso y me permitiré acudir a este, tantas veces como sea necesario para hacer todo lo que implica vivir en mí, ser “yo”. No es gritar, en este caso es más extrasensorial callar, caminar sobre un silencio que habla de todo lo que existe, incluso si es solo imaginario. “Mi misma” es mi situación favorita y es desde ahí de donde se agarran las palabras que luego salen, en silencio por supuesto.

Atención, antes de continuar con estos relatos debo decir, valoro el lenguaje verbal apasionadamente y me enamoro profundamente de muchas palabras, sus sentidos y las diferentes formas de entender la misma cosa. Entonces, me parece coherente decir que soy costeña, cartagenera más exactamente. Es un pensamiento recurrente que éste, es un punto que debe ser aclarado. Todos tenemos un origen y yo vuelvo a él permanentemente… así me justifico muchas veces. Está bien.

Siempre esperé que llegará la historia adecuada, pretendiendo realmente que habría algo mejor que lo real. Subvaloración de la verdad. En vez de eso, me encuentro aquí, ingenua siempre, transparente a veces. Aunque también puedo volver al silencio y en ese espacio, el siempre es nunca y el a veces es eterno.

De repente puedo pensar en muchas cosas y pasar por encima de todo sin realmente saber que es lo que estoy haciendo. Vivir sin vivir. Pero siempre vuelvo a lo mismo, penosamente la constante es volver a viejos amores, por así decirlo. Mi corazón es fugaz, incendiario y late fuerte, se escucha desde afuera, tiembla, me hace temblar... por eso a veces puedo parecer un french poodle empapado, podría decir entonces, que tengo mucho de french poodle (aunque lo haya negado mil veces). Y volviendo al punto, tan rápido como llega todo, con la histeria que implica el momento… así tan rápido, es el fin. Soy nómada y no soy algo que pasa cotidianamente, llego y me voy, de igual manera para mí, todos llegan y se van. Es la ley.

Siendo coherente con mi introducción tardía y malpensada, acudiré a mis textos. Todos de amor, en general hacia los otros y lo otro, pocas veces sobre el mío propio. Me parece que seria rayar con lo obvio, porque sé que esta, es lo más mio que existe.

Piscis según @sexstrology:

#Pisces cannot tell the difference between a soul mate and a one night stand.”

#Pisces view everything - including sex - as sacred

#Pisces never give straight answers

#Pisces are lovers of the Universe. Life is awesome, isnt it?

# Pisces have a loving personality that shines