miércoles, 18 de mayo de 2011

Apocalypse

A veces te pienso, lo juro… no paro de hacerlo en horas. Podría remplazarte por alcohol claramente, pero eso convertiría mi ansiedad en un motivo de muerte: te metería en un frasco y nadarías eternamente en formol… creo que, finalmente, pensarte es más inofensivo. No te asustes si te hablo de amor, mi ego desgasta, pero sigues siendo prescindible.

En otros momentos no pienso en nada y es cuando realmente estoy sola. Me dejo envolver por la apacible sonrisa del tiempo y la vida pasa tranquila, sin aconteceres más allá del sol, los carros, la calle, paraguas, la lluvia, las botas, las medias húmedas, las jornadas eternas, las redes sociales, hacer mientras lloro, el café a las 5 y mis cartas… seguir viviendo es algo que debe pasar, es lo cotidiano.

La hora del sueño es sagrada, es ahí cuando me encuentro parcializada entre esferas que me encierran y llevan por caminos oscuros y extremos, o por el contrario y finalmente, puedo ver la luz, camino hacia ella y cuando es un nuevo día, he vuelto a nacer. Entre revelaciones he descubierto un lenguaje. Esta, por ejemplo, me encanta:

“Había cocodrilos gigantes que nadaban en un rio angosto y poco lejano, a diferencia de mis compañeros que si eran totalmente distantes a mí… como de otra vida. Alertaron mi atención ante el peligro, y yo entendí que hablaban de los cocodrilos, cuando en verdad se referían al otro peligro: los zombis que acechaban aquel camino de ese bosque… caminaban hacia mí.

De alguna manera llegamos a un mercado árabe donde mucha gente camina rápidamente hacia todas las direcciones, yo era más lenta porque recuerdo no alcanzar a ver que hacían todos realmente. No recuerdo tampoco sus caras, pero sí que todo era muy húmedo, metálico, ennegrecido por la falta de cuidado y aunque sabía que la amenaza estaba cerca, no había olor, aunque hubiera querido que oliera a muerto.

Entre a un pequeño lugar donde tenia la certeza que podia comprar armas para defenderme de los zombis, entonces compré una bazuca y mi compañera un arpón, y a la salida de la tienda me encuentré a un amigo que me dice cómo usar mi arma, rápidamente me vuelvo una experta.

Pierdo a mi grupo de compañeros distantes y al intentar correr para recuperarlos, descubro que no puedo correr” Despierto.

Acocalypse moi, mon amour. Je suis ton message.

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