lunes, 14 de diciembre de 2009

L' Helène

Las nubes se entrelazaban grises y azules en medio de un cielo nublado y esforzado. Algunas gotas caían dispersas en el ventanal cuadrado que dejaba al descubierto la ciudad inundada de ruidos y movimientos que podrían confundir a algún observador inadvertido.
Había poco aire, había poca luz y había poca intención en aquellas horas dedicadas a flotar entre el frío circundante de aquellos días soñolientos, los cojines llenos de cenizas esparcida en el espacio y The Strokes sonando suficientemente alto como para callar la necedad.
Mientras tanto, Helena buscaba en aquel cielo tan confuso, la forma desabrida de algún pájaro despistado, perdido de su equipo en un intento de individualidad, o de un pescado volador, como aquellos que había leído en el libro de turno, se paseaban por Bogotá en días contaminados. En su travesía visual encontró cometas de colores, una estela blanca de una pirueta aérea y un avión que se perdió en el infinito, seguramente iba hacia algún lugar que ella hubiera querido conocer. Le melancolía se adueño de aquel momento, por aquellos años de viajes a tierras más lejanas de lo que alguna vez hubieran soñado sus padres con conocer. Sintió vergüenza de las oportunidades perdidas y recordó en un instante largo pero que duro menos que un suspiro, como una película en su cabeza, aquellas veces que dijo que no cuando pudo decir que si, o las otras muchas en las que aplazo sus éxitos por placeres momentáneos, solo para descubrir que no iban a suceder jamás.
Bajó la mirada, sacudió la cabeza y prefirió dejar ir los pensamiento dirigiéndose a Julia que cantaba mirándola a los ojos, como buscando su atención. Sus manos se agitaban al ritmo de la música, Post Modern Girls, “igual que nosotras” dijo entusiasmada por la euforia de su melomanía. Helena le cedió una sonrisa, después de años de amistad conocían ciertamente los códigos creados por la cercanía y la complicidad. Así que Julia ignoró su gesto y regresó su atención al computador, que para esos días era más divertido que pasar el tiempo con ella.
Habían pasado varios días desde el llamado por ellas, “Día Final”, ya lo peor había pasado aparentemente. Aunque los días seguían igual de lentos, el ambiente seguía denso y salir de la nube negra parecía una tarea complicada, seguían juntas e inseparables. Todo comenzó con ellas y parecía estar terminando igual. Para Julia el final había sido simplemente el comienzo, pero Helena, seguía en él, la vida parecía ser muy dura para ser vivida en su cuerpo. Catapultada por la ira, permanecía estática por muchas horas. Esclava de sus pensamientos, hervía, colapsante en permanencia, sórdida, enredada entre sus deseos sádicos de cremar a todo aquel que había sido doloroso en su vida.
Era energía en potencia, delirante, incoherente y demencial. Algún día escucho decir de alguna amiga muy sabia que todo era energía, que todos somos energía y que esta solo responde al amor y la intención. No había amor, ni por ella, ni por nadie, ni por nada. Nada adentro, vacío sin fondo. Por consiguiente, no habia intención en lo absoluto, sin deseo no hay acción, solo movimientos carentes de sentido.

(Foto: Cesar Guerrero para MissTiki)
* Preambulo de la primera edicion de Celeste.... 2010.

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