El mundo literario tiene una dinámica de significados y significantes, que no se limitan solo a la palabra dicha, o al mensaje completo de una obra terminada. Para captar integralmente la intencionalidad de un texto, se deben desglosar sus partes y entender el contexto creativo del autor y a su vez, el micromundo del lector; finalmente están ligados en el punto de coyuntura del entendimiento y la reflexión. Como afirma Daniel Murillo en su ensayo sobre semiótica y creación literaria: “un texto literario no significa por las palabras, la redacción y la sintaxis, sino que se remite a otro tipo de signos a través de figuras literarias, lo que permite que haya un carácter simbólico en un texto y que remita a la narración… y a la referencia...” .
A partir de este principio, el filosofo francés, Ricoeur, habla de la división de la significación en tres elementos: el qué (lo que se quiere decir), el como (lo que lo dicho significa) y el acerca de que (a lo que hace referencia) . Siendo estos dos primeros los abordados por Propp y Greimas en sus estudios de la estructura de relatos y cuentos. En 1928, Propp publica su libro “Morfología del cuento”, en el que describe su análisis de los cuentos populares lituanos, a través del cual, descubre puntos comunes que dan vida al hallazgo de una estructura en la narración y la posibilidad de clasificaciones de las funciones de los personajes, a lo cual se le llamo “Las funciones de Propp”.
De esta manera, este modelo presentaba 31 puntos recurrentes (como la hibrys, némesis y anagnórisis de la tragedia griega), que a pesar de que no se presentan dentro de todos los relatos, son bastante constantes y generalmente siguen el mismo orden. Estos elementos son clasificados mas tarde por el mismo en siete tipologías de personajes arquetípicos llamados actantes (que son el personaje y no el actor), que representaban un comportamiento y un rol social. Estos eran: Héroe, bien deseado, donador, mandador, ayudante, villano y traidor. De esta manera pone toda la importancia sobre la acción, más que sobre el actor mismo. Es decir, lo importante es lo que se hace, no quién lo hace, ni cómo lo hace. Este modelo es adoptado y aplicado por Souriau en el teatro en su libro “Deux cent mille situations dramatiques” (Doscientos mil situaciones dramáticas).
Basado en estas teorías, Greimas simplifica el modelo actancial de Propp a 6 funciones principales y les da una connotación mas sintáctica a la estructura propuesta. Pasa de ser una simple categorización actancial basada en la acción, a una categorización semiótica en la que lo importante es la relación entre el sujeto y el objeto, la trayectoria del hilo conductor entre estos dos, que finalmente es la acción. El modelo actancial, dice Greimas, es en primer lugar la extrapolación de una estructura sintáctica. "Un actante se identifica con un elemento (lexicalizado o no, un actor o una abstracción) que asume en la frase de base del relato una función sintáctica: están el sujeto y el objeto, el destinatario, el oponente, el ayudante, cuyas funciones sintácticas son evidentes” (Ubersfeld, 1974). Entonces el actante se convierte en un elemento de relación entre el sujeto y la acción, el detonador de las situaciones, dando paso a entender este modelo como la forma de dividir las acciones en sus partes, dependiendo de su función. Es por eso que el objetivo de cualquiera de los actantes puede estar representada en uno o varios personajes.
A pesar de ser un modelo excesivamente generalizado y a veces confuso, tiene una vigencia que va mas allá de las particularidades. Desasociando el concepto de actor con el de actante, de tal manera que se pueda observar la composición literaria como un mapa de sentidos que nos lleve a la comprensión de aquel mensaje que quería ser transmitido por el autor y a la adecuada adaptación de este mensaje en nuestras propias subjetividades como lectores.
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