II
El río
Vamos a pasar el día en el rio. Quiero ver el agua acariciar las piedras, el
silencio acariciar el frío.
Vamos a pasar el día en el rio. Y
que no necesite otra razón, ni la absoluta necesidad de una promesa. Mañana
puede ser el mar, siempre que sea contigo.
En el sur se habla bajito sobre incertidumbres,
en medio de montañas nubladas y tierra húmeda. No he venido aquí a morir (me
repito), sino a parir y es por eso que quiero ir al rio. Quiero ver como todo
cambia, como nada nunca es igual. Como el sol transparenta hasta el fondo de
las más densas profundidades y la lluvia enturbia en marrones la vida misma en
el más allá.
Cuando era niña me contaba
historias y me gustaba creerlas. Me contaba que mi casa iba a ser atendida por “trolles”
a los que les cambiaba el color del pelo, fucsia, morado o naranja, dependiendo
del traje de baño del día. Me contaba que pasaría el día entero en una playa
enorme que se abría frente a mi cuarto y un mar azul como el de San Andrés
seria lo último que vería todos los días, así podía jugar con mis barbies,
estar en la playa y quedarme dormida, todo en el mismo lugar.
No recuerdo que pensaba del amor
en esos años, pero hoy se de este que probablemente habita en el rio, ese al
que hoy quiero ir. Quiero que sean las
5.30 de la tarde y que la luz que refleja el agua ilumine tu cara y entonces
quiera besarte… besarte tanto como quería a mis trolles. Besarte así, como si
fuera el último día del año y tal vez el último de nuestras vidas. Con la luz
de las 5.30 todo parece una posibilidad.
Los años han pasado y ya el mar
no es mi constante… yo me convertí en la única que hay. Por eso, me gustan los
sábados en la mañana cuando no he trasnochado el viernes, duermo hasta que me
levante y puedo desayunar pancakes con huevos y salchichas. La felicidad se ha
vuelto más sencilla.
Luego, puedo volver a la cama y
dar vueltas en las cobijas con las cortinas abiertas, aunque esté lloviendo. El
sonido de motores y tanques rodando por el suelo se ha convertido con los años,
en parte del paisaje que me acompaña en silencio.
A veces y solo a veces, me
acompañas tú y jugamos a hacer el amor y darnos besos como si nada existiera y
eso fuera todo lo hay. Me abrazas como una almohada y nos amamos pequeños en
este universo infinito. El mundo ha llegado a hacer apacible entre tus brazos.
Por eso, quiero que vengas
conmigo al rio, a pasar el día, a cambiar la historia, a imaginarnos que el
agua es salada y que tal vez algún día, ahí nacerán nuestros hijos, esos que
tal vez nunca tendremos. Después de todo, he venido aquí a parir y no a soñar.
Tina ha muerto hace dos días asqueada
por la podredumbre de los gusanos que se comieron su cabeza. No he
encontrado otro motivo para sentir su muerte, que aceptar que aquí todo está
mal. Estar lejos de casa y el inconstante presente, aturden los primeros días de
este verano ignorado. Tina ha muerto, jamás podrá ir al rio y por tanto, jamás podrá
decir que no te amo.
Es la mañana de un día de lluvia,
el mundo parece perfecto para huir sin dejar rastro. Estamos siendo testigos de
la estela perdida al destino perfecto.
Vamos al rio, Tina ha muerto, allá todo
podría cambiar..
Pristina pulcritud.
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