jueves, 29 de mayo de 2014

Crónica del joven olvido panameño



I. La casa abandonada.

En la punta de la playa de Farallón, a unos cien metros de la antigua Base militar norteamericana construida a principio de los 40’s para proteger el Canal De Panamá y que ahora es un beach resort, se levantan las ruinas de una de las casas del ex dictador Manuel Antonio Noriega. Si uno se acerca en un día de descanso, en los escalones  que dan entrada a la casa desde la playa, se puede encontrar una familia numerosa de clase media compartiendo su paseo dominguero, mientras disfrutan del amplio espacio bajo la sombra ofrecida por la densa vegetación que el abandono ha dejado crecer en ese terreno.  Desde ese punto, si se mira de frente hacia el mar, se puede ver el islote rocoso que da nombre a la zona. La casa de Noriega, personaje tantas veces presentado en libros y películas como uno de los más viles de la historia latinoamericana del siglo XX, tiene la mejor vista de la playa. Sin embargo, poca gente disfruta de este horizonte privilegiado y tampoco parece haber menor curiosidad por conocer la historia que guardan los escombros de aquel viejo palacete.

Casa de Noriega en Farallón



 Farallón es una comunidad de pescadores ubicada dentro del corregimiento de Rio Hato en el distrito de Antón, que a su vez hace parte de la provincia de Coclé en todo el centro de Panamá. La zona coclesana es fundamentalmente agropecuaria con tradición terrateniente. A pesar de ser parte de una provincia que data del año 1855, en la que se vive el mestizaje propio de las épocas coloniales: cultura blanca latifundista descendiente de europeos, cultura negra africana esclavizada en la colonia y la indígena nativa, los mitos de las playa de Farallón y sus alrededores obedecen a la historia reciente, la historia de Noriega y el ejercito gringo habitando la zona.

Dice Adonis, joven pescador de 28 años que tiene la piel marrón como el caramelo, rasgos indígenas y contextura delgada, que Noriega usaba la pequeña isla para guardar sus tesoros y que incluso, dentro de las cuevas de aquel islote rocoso y volcánico de color amarillo oscuro, alcanzó a guardarle bombas al gobierno estadounidense en la época de Reagan. También dice que la roca antes era parte de tierra firme, pero que en busca de garantizar más seguridad a sus objetos preciados, Noriega bombardeó el pedazo de tierra que la unía con el continente y así la aisló de cualquier acercamiento terrestre. "Si yo tuviera toda la plata que tenía Noriega también haría lo mismo, ¿me entendei?. Así nadie podría robarme lo que es mío", afirma Adonis.

Adonis mira el mar a las 4:30 de la tarde desde el muro que divide la playa de un restaurante de mariscos, cerrado en este viernes santo. Lo mira, habla de la marea que sube rápido y dice que a él le gusta pescar peces grandes, que ya no pesca tiburones porque por las leyes de conservación pagan poco por ellos, pero que igual le gusta pescar peces grandes. Hace silencio por unos segundos, aún mirando ese mar gris parco que se ilumina con la luz del atardecer del Pacífico. Con los ojos pequeños y casi cubiertos debajo de su visera blanca, dice: “El mar es mi cajero”. Seguro que lo es, de eso viven él y toda su familia.  Desde hace algunos años es también el cajero de un amplio grupo de hoteleros que ven en aquel lugar un punto estratégico de turismo. Farallón es considerada el cuarto destino turístico en el territorio panameño, según la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP), entidad que señala que para que una zona pueda ser llamada turística, debe contar con más de 20 atractivos para los turistas.

Vista de Farallón desde la casa de Noriega

2. Un Gabo panameño

Es 18 de abril de 2014, el día de ayer murió el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Gabo tuvo una relación estrecha con Panamá, país con quien se sentía unido, aparte de la cercanía geográfica y cultural, por su amistad con el músico Rubén Blades y con el fallecido presidente y llamado “hombre fuerte de Panamá”, Omar Torrijos, a quien entrevistó en 1975 para la revista Alternativa.

“García Márquez: Cómo ve usted el futuro de América Latina? ¿Cómo coloca usted a Panamá en ese futuro?
Torrijos: Marchamos hacia la unificación nacional de América Latina. Estamos en la vertiente de grandes decisiones en que los estadistas habrán de abocarse a la creación de nuevas estructuras orgánicas con el propósito de formar una auténtica y autónoma comunidad de Estados latinoamericanos que responda a los intereses reales de sus pueblos…”
Y concluye: “Me siento optimista acerca de los resultados de los esfuerzos de los pueblos latinoamericanos dirigidos a mejorar el horizonte de su porvenir, de modo que la libre determinación, la soberanía política y económica, no sea un espejismo. No hay alternativa. El año 2000, como decía Perón, nos encontrará unidos o dominados. “

Al final de la entrevista, Torrijos invita a Gabo a conocer Panamá: “Invito cordialmente al autor de Cien Años de Soledad para que visite a Panamá seguro como estoy de que, al observar libremente el país, quedará convencido de que el esquema si funciona”, finaliza Torrijos.

Claramente estuvo en lo cierto, porque  desde ese entonces lo consideró su amigo y lo acompañó de cerca en su lucha por la recuperación de la autonomía de su territorio. Gabo estuvo con él el día de la firma del Tratado Torrjos-Carter en las instalaciones de la OEA en Washington, el 7 de septiembre de 1977, tratado que formalizó el traspaso del Canal del gobierno americano al panameño. Según la plataforma de La Prensa de Nicaragua, que reúne anécdotas memorables de la historia del escritor, Torrijos acredita a Gabo como parte de la comisión panameña y una vez estando allá, el equipo de protocolo de Panamá se escandaliza porque Gabo usa guayabera para asistir al evento, a lo cual Torrijos responde: “Déjenlo, es el único vestido como panameño”.

Gabo y Torrijos. Foto sacada del Especial Gabo de la FNPI


Torrijos murió 4 años después en un sospechoso accidente de avión y Gabo manifestó su frustración en el discurso “La soledad de América Latina”, con el que recibió el premio Nobel de Literatura en 1982: “No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo (Torrijos).”

3. La panameñidad.

Sobre el terreno que alguna vez fue la casa de verano de Omar Torrijos, en el extremo opuesto de la casa de Noriega sobre la playa de Farallón, ahora está construido uno de los dos grandes edificios de lujosos apartamentos que son, en general, de propietarios capitalinos que los usan como lugar de descanso. Adonis y sus compañeros de pesca señalan que Coclé es tierra de presidentes, aunque Torrijos en realidad era oriundo de Santiago, Veraguas, otra provincia.

Torrijos


Con el pasar del tiempo, la historia de la época de dictadores y golpes de Estado en Latinoamérica ha ido mutando y los espacios se trasforman al mismo ritmo. Los escenarios de ahora se parecen cada vez menos a los de aquellos años y los locales han hecho un gran esfuerzo por olvidar y construir una nueva historia.

Así lo asegura Nitzia, mujer de piel blanca y grandes ojos, que tiene alrededor de 70 años y trabaja en el sector público panameño. Habla casi con todo el cuerpo, le brillan los dos anillos que tiene en cada mano y el reloj dorado que lleva  en la muñeca derecha: “Creían que no íbamos a poder, pero míranos. Han pasado 15 años desde el traspaso del Canal y somos una economía estable y fuerte”, habla con la seguridad que le da el orgullo de ser panameña. Pero cuando se le pregunta por la época de Noriega, hace silencio y recomienda no escribir nada que tenga que ver con esa época. “Hay mejores cosas que decir de Panamá”.

4. El olvido a voluntad.  

Entre finales de los 60’s hasta el día de la muerte de Torrijos en el año 81, Noriega fue uno de sus hombres de confianza. En el 68, cuando la CIA intentó hacerle un golpe de Estado mientras estaba en una carrera de caballos en México, fue Noriega desde Panamá quien lo ayudó a regresar a su lugar de poder. Incluso, hacia el final de la década de los 70, cuando Noriega ejercía el puesto de Jefe de Inteligencia, Torrijos decía: “Noriega sabe dónde estamos nosotros, pero nosotros no sabemos dónde está él” porque para “El general”, como también lo llamaban, “el papel del Jefe de Inteligencia consistía en que nadie le viera”. Así lo señala Kempe en su libro “Noriega, toda la verdad”

Noriega


A pesar del papel decisivo que jugó Torrijos en la historia panameña, la mayoría de las personas menores de 35 años no recuerdan claramente que fue presidente del país, otros, ni siquiera pueden vincular su nombre con el de Noriega, quien si es altamente conocido por su régimen dictatorial entre los años 1982 y 1989 y emparentado con fuerzas demoniacas, por ser el peor sanguinario y déspota de la historia panameña o en el mejor de los casos, es directamente identificado como el agente de la CIA nacido en El Chorrillo que aún sigue pagando condena en Panamá.

Miroslava es coclesana, negra y está en sus 30’s. Mientras habla sobre sus consideraciones frente al olvido y la historia reciente de su país, refuerza con sus manos los puntos que explica con su narración. Miroslava es parte del equipo que hace la documentación histórica del Programa de Ampliación del Canal, el cual trabaja las memorias de los proyectos iniciados en el 2007. Cuenta que lleva trabajando en esto alrededor de 4 años, hace un viaje de una hora de ida y otra de vuelta hasta Colón todos los días y su oficina queda entre dos esclusas, la actual Centenaria y la nueva en construcción.

Miroslava cuenta que la forma de percibir a Torrijos dentro del país varia según tres segmentos generacionales: “la imagen que se tiene en la franja de nuestros padres, encontrarás a adultos que o lo aman o lo odian. Si vas a mi generación, treintaypicos, encontraras opiniones más diluidas y menos radicales. Creen que de alguna manera benefició al país "la dictadura con cariño". En cambio, si preguntas entre los chicos mas jóvenes te encontrarás con miradas vacías.”.

 5. El futuro próximo

En un día como estos, previos a Semana Santa, en Ciudad de Panamá se demolió la antigua casa de Noriega, es posible que a la casa de Farallón le espere el mismo destino. El gobierno justificó esta acción diciendo que la casa se había convertido en un criadero de mosquitos y sin dar muchos avisos, borró del mapa un edificio cargado de acontecimientos que marcaron la vida del dictador en la capital del país. En realidad, es un comportamiento generalizado no solo del gobierno, sino  del pueblo. “Es como si no quisiéramos recordar. Desdeñamos todo lo que huela a pasado. Estamos enfermos de olvido.“ dice Miroslava sobre este fenómeno.

Una mañana como hoy, Adonis y sus compañeros de pesca se levantarán y encontrarán que la casa de Farallón se ha esfumado y así como las muchas historias no contadas y asumidas por la comunidad, nuevos mitos serán narrados y se dirán en voz baja en los alrededores. Los pescadores y sus familias contarán a los turistas curiosos en busca de historias de la playa, sobre aquella casa abandonada que estuvo en ruinas por 25 años en aquel lugar. Luego, los niños crecerán recordando esos viejos mitos que irán mutando, hasta que un día solo se recuerde de su tierra, la historia de los beach resorts que serán “el cajero” de sus familias.



“Un Gabo memorioso escribió —con estas palabras más o menos— que la vida de uno no es lo que ha vivido sino cómo la recuerda” Rafael Grillo, periodista cubano. 


Texto original de la crónica publicada en El Universal de Cartagena el pasado domingo 18 de mayo de 2014: http://www.eluniversal.com.co/suplementos/dominical/panama-derriba-los-malos-recuerdos-159794

lunes, 17 de febrero de 2014

La muerte del chico Tobón

En la sala donde me atienden hay una mesa de madera sobre la que hay una vela verde encendida y un vaso lleno de agua. El calor intenso del sol de mediodía y la tierra que se eleva del piso hacen que el sudor sea espeso y el aire irrespirable. Acerco mi mano al vaso para tomarme el agua y Jessica Tobón me frena con su delgado brazo trigueño. “Esa agua es para Luis Carlos”, dice. Sus grandes ojos negros miran cansados al piso y yo recuerdo donde estoy, a Luis Carlos lo mataron hace 6 días.
La familia Tobón llegó al barrio Nelson Mandela en 2009, al finalizar un éxodo por diferentes ciudades de la Costa Caribe. Fueron desplazados de su tierra en Santa Rosa al sur de Bolívar en 2006. Salieron huyendo de los enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército, que para ese entonces había fortalecido las acciones en los Montes de María para recuperar la soberanía sobre esas tierras.
Cuando llegaron al barrio, construyeron una casa de madera sobre el suelo pelado en un pequeño terreno que pertenecía a un pariente. Montaron un taller y lavadero de carros, con el cual consiguieron el sustento para terminar de criar a los 4 hijos de José Hipólito, de los cuales, Luis Carlos era el menor y el único varón. El consentido.
Luis Carlos Tobón era guapo y muy masculino. Tenía una combinación de rasgos de su padre, oriundo de Risaralda, y de su madre, cartagenera de raza negra. No sabía leer y sólo era capaz de escribir su nombre, nunca le interesó aprender nada más. No le gustaba estudiar, prefería trabajar y hacer dinero. Desde niño se acostumbró a trabajar en la tierra con su familia y cuando llegó al barrio se convirtió  en mototaxista, con una moto que le compró su padre a tantas cuotas que hoy, 5 años después, sigue pagando.
Nelson Mandela es un barrio que nació como una invasión hace 20 años y fue creciendo progresivamente con la llegada de más y más desplazados que entraban a Cartagena por la carretera que va a Medellín, la cual colinda con el barrio.
En sus comienzos, era un asentamiento de casas hechas con bolsas plásticas y palos. Con el pasar del tiempo y varias etapas de transformación, que incluyen mafia por la electricidad, apoderamiento de espacios y construcción de jerarquías de gobernabilidad, entre otros, se ha convertido en una ciudadela de aproximadamente 40 mil habitantes dividida en 25 sectores, según cifras del Midas (Plataforma de la Alcaldía de Cartagena que agrupa cifras oficiales de la ciudad).  En Nelson Mandela todos han perdido algo: ya sea su casa, su dinero, su trabajo o incluso han tenido un familiar víctima de la violencia.
Los Tobón viven en el sector Francisco de Paula II, que queda al lado del sector Las Vegas y que termina justo en la entrada a la Invasión, uno de los sectores más miserables del barrio. Justo en ese lugar, haciendo su turno con la moto a las 4.30 de la mañana del 29 de enero, mataron a Luis Carlos.
José Hipólito, el padre de Luis Carlos, es un hombre blanco, con la piel dura y marrón por la exposición al sol, la tierra y la grasa de los carros que arregla. Está en sus sesenta pero parece mucho mayor: tiene una caja de dientes descolgada de la encía y la nariz desfigurada por un puño que le dio un borracho.
Estaba en casa cuando recibió la llamada de una de sus hijas, ya había salido el sol y corrió a buscar su hijo. Lo encontró desparramado sobre una mesa con dos tiros, ya sin vida. Por la forma como lo narra, pareciera que aún sintiera el cuerpo frío de su hijo en los brazos. Luis Carlos estaba rodeado de policías y vecinos que aseguraban no haber visto nada y luego ya todo terminó. Un velorio, un entierro y se acabó la novedad. O más bien, nunca fue una novedad.
Aunque no hay cifras exactas, se estima que en Nelson Mandela operan 11 pandillas que, según la percepción de los habitantes del barrio, muchas veces se disputan la autoridad con la Policía, haciendo su propia ley.
Me contó Rafa, un vecino del barrio, que hace algunas semanas había estado muy cerca de un asesinato, por lo cual pudo acercarse rápidamente una vez se fueron los asesinos. Cuando llegó, ya la policía estaba ahí, con su patrulla estacionada y rodeada de varios habitantes. La víctima seguía convulsionando en el piso mientras la policía hacía el papeleo de rutina para el levantamiento del cadáver. 
“Monten a ese pelao a la patrulla y llévenlo a un hospital”, dijo Rafa. A lo cual, según recuerda Rafa, el policía contestó: “Para qué nos vamos a llevar eso, si ya eso está muerto”.
Para Rafa, varios de los niños que observaban la escena, más adelante pueden llegar a convertirse en el trágico protagonista de un hecho similar. Todos crecen siendo testigos de la indolencia y la impunidad, por lo cual terminan convirtiéndose en el cuerpo al que todos miran.
***
Luis Carlos siempre le pedía a Jessica que se arreglara como sus otras dos hermanas, pero a Jessica no le gustaba, ella prefería la sencillez, su pelo negro recogido, aretes pequeños y zapatos bajitos. Luis la hizo comprar unos tacones grandes que nunca se ponía porque le parecían incómodos.
El martes 28 de enero, día antes de su muerte, Luis Carlos la llevó a hacer una diligencia en el Sao. Como Jessica sabía que a su hermano le gustaba verla con esos zapatos y no tenía que caminar tanto porque iban en moto, se los puso para complacerlo. Cuando se bajaron, Jessica empezó a caminar y se sintió caminando sola. Entonces miró atrás y se encontró con su hermano viéndola con admiración. “¡Luis Carlos!” le gritó sonriendo y caminó hacia él para apoyarse en su hombro, le costaba maniobrar sobre esos zapatos.
Esa mirada… esa fue la última que tuvo Jessica de su hermano. Luego vino la muerte y luego viene el olvido. 

Texto publicado el 16 de febrero de 2014 en El Universal de Cartagena
http://www.eluniversal.com.co/suplementos/dominical/la-muerte-del-chico-tobon-151558