El día de hoy se llevó a cabo las elecciones para escoger presidente en Colombia. Desde las 7 de la mañana hasta las 4 de la tarde las personas interesadas en escoger a su representante y vocero asistieron a las urnas y votaron movidos por sus convicciones, ideales, intereses y en el peor de los casos, el valor monetario de su voto.
A las 4 y 5 minutos de la tarde, los medios arrojaron los primeros resultados mostrados por la registraduría: por un pequeño porcentaje, el candidato del Partido Verde, representante del cambio, Antanas Mockus estaba a la cabeza, seguido por Juan Manuel Santos, candidato del Partido de la U, el continuismo.
Me senté frente al televisor movida por la emoción, era mi candidato del que estaban hablando, aquel que representaba dentro de mis imaginarios, la oportunidad de construir, de seguir creciendo, de aire fresco en los pulmones de un país acostumbrado a respirar con bala de oxigeno, pensando que es lo natural.
Desafortunadamente, el sueño anhelado se desvaneció rápidamente y cinco minutos después de iniciado el conteo, la registraduría soltó su actualización, Santos sobrepaso mi candidato y de ahí en adelante, no paso nada diferente. Dos horas de angustia controlada para que no llegara al 50% mas uno necesario para ganar. No lo logró.
Apague el televisor rápidamente tratando de borrar de mi cuerpo la sensación de pérdida y vacio. Si es cierto que hago parte de esta sociedad, de esta membrana que me une involuntariamente a todos aquellos que tengo cerca, también quisiera no serlo. Pero por supuesto, en silencio, que nadie sepa que lo estoy sintiendo.
Salí a caminar para refrescar mi ánimo y distraer mis oídos, de esta manera, logré escuchar la opinión de muchos votantes cercanos. El señor de la tienda votó por Santos porque es paisa y pues como el mismo dice: “Yo me quedo con mi señor Presidente Uribe”… hmmm totalmente respetable. Compré cigarros y seguí caminando.
Antes de cruzar la calle, esperando en el semáforo, escuché a una muchacha que vende minutos en una esquina, hablando por su propio teléfono con alguna amiga. Esta, comentaba sobre lo bueno que había sido el programa “Familias en acción” para la gente de su barrio. No pude evitar pensar en lo triste del asunto, un programa como este es algo parecido a la limosna. Subsidiar así no es igual a generar progreso, es solo una forma más de comprar la voluntad de otros a punta de caridad. De cualquier manera, ¿Quién no ha estado tan necesitado para sentir que debe devolver el favor a quien le da de comer?, entonces entendí un poco más lo que acababa de ver en televisión. Seguí caminando.
Llegué a la bahía de manga y me senté. A los pocos minutos un amigo que pasaba por ahí llego a sentarse conmigo y por supuesto, hizo la chanza usual de: “Mockus se ahogo en su Ola verde”.. “el día llego, llego y Mockus se hundió, hundió”, etc., etc.
El, que había sido antes un claro votante verde, hace unos días cambio de parecer y voto por Vargas Lleras, representante de Cambio Radical, quien tenía un excelente plan de gobierno. Su argumento, sencillo: “Se sigue necesitando mano dura, mejor es posible y se necesita un cambio de cualquier manera”. Lo mire a los ojos todo el tiempo mientras hablaba de sus amigos de la U y de los dedos de Vargas y de todos sus argumentos. Solo pude decirle “es cierto, buen candidato”. Apague el cigarro que me fumaba con una piedra, le di un beso en la mejilla y decidí seguir caminando.
Es posible que mis propias necesidades primen por momentos sobre las necesidades colectivas cuando se trata de escoger. Pero me disculpa no ser política, sino una simple ciudadana. Reflexionando un poco sobre los acontecimientos del día y después de escuchar una y otra vez la opinión de otros sobre el valor de Petro y Santos, y Mockus y todos los demás, me llevo a la conclusión de que el país de cierta manera esta avanzando lentamente. Se demostró que estamos polarizados, mas de la mitad de los votantes (que en su medida, fue la mitad de las personas que pueden votar en Colombia) quiere algo diferente uno de otros y votaron llevados por aquello en lo que creen. Bien decía Kuhn en su “Estructura de las revoluciones científicas” que: “Aunque cada uno de ellos (los ciudadanos) puede albergar la esperanza de convertir al otro a su propia manera de ver la ciencia y sus problemas, ninguno puede esperar demostrar que está en lo cierto.”
Ahora el punto es que en los próximos 20 días de contienda, mi candidato, pueda mostrarle a el mas de 70% de votantes que no lo apoyaron en una primera vuelta, que se trata de un proceso, que los cambios no se logran de un día a otro, que comenzar por el primer paso es parte de ir hacia un destino que nos transforme, nos traslade, nos asome a la posibilidad de una evolución social y cultural cercana, en la que un programa como “Familias en acción” no sea un plus, sino un derecho legitimo para todos cualquiera que sea el gobierno, donde el conocimientos nos haga libres y no nos quedemos cómodos en la ignorancia y el facilismo de la continuidad, donde entendamos que la seguridad sobre la que se avanza es solo un elemento para construir y no el fin ultimo en una sociedad en la que se tiene que comer, trabajar y vivir bien con igualdad de oportunidades para todos.
Se me tildara de idealista, podría serlo, soy solo un miembro mas de la clase media súper trabajadora colombiana. Una de aquellas que creció en medio de lo mucho ganado con sudor y también lo mucho quitado gracias a la corrupción de un sistema deficiente donde no gana el más capaz, sino el cliché, el más vivo.
Recuerdo entonces también las palabras del físico alemán, Max Planck leídas en mis años de sociología: “Una nueva verdad científica no triunfa porque haya convencido a sus oponentes y le haya hecho ver la luz, sino más bien porque sus oponentes mueren finalmente, y una nueva generación crece más familiarizada con ella.” Gente como yo, hace parte de la generación de transición, aquellos que crean coaliciones y mueven masas basadas en la esperanza de que se puede ser mejor. Tal vez pasen los años y las generaciones futuras vengan a decirnos los errores cometidos en el pasado y todo lo que se pudo hacer bien para hacer de nosotros una mejor sociedad para el futuro. Gracias a la incomodidad generada por la continuidad permanente y la propia posibilidad de ejercer mi derecho a pensar, yo, me limitare a sonreír.